A la hora de elegir mascota, un pero pequeño puede convertirse en la opción ideal si la persona que está buscando un nuevo compañero vive en un piso o una casa no muy grande. Hay que tener en cuenta que a partir del momento en el que se adquiere la mascota, la familia contará con un miembro más, por lo que si se vive con los metros cuadrados justos, la situación puede llegar a ser agobiante tanto para el perro como para los amos.
Un can en miniatura satisfará la necesidad de compañía del dueño sin provocar una drástica reducción del espacio habitable de la casa. La mascota podrá moverse a sus anchas y el humano a penas notará que un nuevo amigo le acompañará a diario, todo son ventajas.
Sin embargo, muchas personas caen en el error de tratar a su mini perro de forma diferente a cómo lo haría se tratara de un perro grande. Lo que a priori puede parecer lógico, resulta fatal para el futuro comportamiento del animal, que puede acabar sufriendo el síndrome del perro pequeño.
¿Qué es el síndrome del perro pequeño?
Se habla de este síndrome para referirse al conjunto de malas acciones y conductas que el perro adquiere como consecuencia exclusiva del trato que se le ha dado. Generalmente, se tiende a malcriar a este tipo de canes porque las 'travesuras' que realizan parecen graciosas o inofensivas, mientras que resultarían del todo inaceptables si se tratara de un perro grande.
Pensándolo bien, es como si a un hijo bajito se le permitiera hacer y decir todo aquello que quisiera pero a otro alto se le educara con la más estricta disciplina. Parece una locura, ¿verdad?, pues con los perros ocurre exactamente lo mismo. Mientras se permite que los chihuahuas se suban al sofá o ladren a las visitas, el labrador aguarda en silencio, acostado en su cojín que reposa en el suelo.
Pero el síndrome del perro pequeño no solo afecta a las pautas de comportamiento que va a desarrollar el animal, sino también a su personalidad. Por culpa de esta mala educación, el perro puede desarrollar estrés, ansiedad, fobias e incluso agresividad. De este modo , se trata de un grave problema que debe prevenirse estableciendo límites y remarcando la posición del perro dentro de la familia.
Perro ladrador...
Por desgracia, se trata de un síndrome bastante extendido. Los perros pequeños deben lidiar con su fama de tener 'mala leche' o de ladrar constantemente como si no hubiera un mañana. Lo que no se sabe, es que este tipo de actitud está provocada por el propio amo y que no es una característica innata en los canes de menor tamaño. Lo mejor para poner fin al síndrome del perro pequeño, es acudir a un educador o un etólogo, ya que se trata de conductas muy arraigadas en la mascota y será difícil eliminarlas por cuenta propia.
Por fortuna, existen una serie de recomendaciones que pueden ayudar a evitar la aparición del síndrome.
Recordar quién es el líder
Se debe recalcar al perro cuál es su posición dentro de la manada. El humano es el amo y se le debe respeto y obediencia. Aunque pueda sonar autoritario, los perros son una especie con un alto grado de jerarquización social, por lo que necesitan conocer quién es el líder. Si no se le demuestra de forma efectiva, pueden ser ellos los que comiencen a luchar por ocupar esa posición.
En este sentido, siempre debe ser el humano el primero en realizar las muestras de cariño, empezar un juego, invitar al perro a subir al sofá o incluso comer. El objetivo a cumplir es que la mascota solo haga algo cuando sabe a ciencia cierta que tiene aprobación para hacerlo, y solo así se marcaran unas bases sólidas para una buena relación entre animal y amo.
Castigar cuando sea necesario
En más de una ocasión, la reacción instintiva del dueño de un perro pequeño al ver que éste comienza a ladrar o gruñir a alguien es calmarlo acariciándolo o cogiéndolo en brazos. Incluso se llega a decir a la persona con la que el animal está enrabietado: "tócalo, quiere que lo saludes", con el consiguiente riesgo de que el perro le muerda.
En estos casos, es muy importante hacer saber al animal que se está comportando de forma inadecuada. Se debe tomar una actitud dominante y situarse frente al perro ordenándole silencio de forma segura y relajada. Es en el momento en que el perro se calla cuando hay que recompensarlo.
No consentirlo
De la misma forma, no se puede permitir que el mejor amigo del hombre haga y deshaga a su antojo. Siempre que se tenga duda, se debe hacer esta pregunta: '¿permitiría esta actitud si se tratara de un perro grande?', y si la respuesta es 'no', se debe detener de inmediato al pequeño.
Un ejemplo claro se encuentra en el momento en que un mini can se sube o salta por encima de las personas. Este gesto que de primeras puede parecer adorable significa para el perro dominación y poder... Del mismo modo que no se permite a un perro de 15 kilos acostarse sobre el regazo de alguien, tampoco se debe hacer con uno pequeño.
Para asegurar una buena relación futura con la mascota no se puede dejar su educación en manos del azar. Adquirir un perro, grande o pequeño, exige de una gran responsabilidad y compromiso con su educación y necesidades. Si no va a ser posible dedicarse al 100% a los nuevos inquilinos, mejor será invertir en la compra de un tamagotchi.