La disfunción cognitiva en el perro, consiste en una serie de signos y síntomas que asemejan al Alzheimer que afecta a los humanos. Estas alteraciones supondrán una disminución de las habilidades del can, pudiendo llegar a ocasionarle una discapacidad para llevar una vida normal como la que llevaba hasta el momento.
Con los años, se producen en el perro cambios que alteran el funcionamiento del cerebro, causando la muerte de las neuronas. Estos cambios se pueden resumir en: empeoramiento de la comunicación neuronal, modificaciones anatómicas y reducción del aporte de oxígeno que reciben las neuronas debido a un mal riego cerebral. Todo ello provocará en el perro un conjunto de signos y síntomas que se conocen como Síndrome de disfunción cognitiva (SDC). Este síndrome consiste en un desorden neurodegenerativo asociado a la edad que se caracteriza por provocar un declive en las funciones cerebrales. El promedio de vida después del diagnóstico es de 1.5 a 2 años.
¿Qué notaremos en nuestro perro?
Con frecuencia se trata de un síndrome cuyo diagnóstico se realiza pocas veces, debido a que el dueño asume los cambios de conducta como parte de un envejecimiento normal, sin embargo no es así. Lamentablemente la única forma de saber con certeza si nuestro perro está afectado es mediante el estudio anatomopatológico de su cerebro una vez ya haya fallecido. Para ser capaz de reconocer el Síndrome de disfunción cognitiva en vida, es necesario que se detecten las alteraciones y que se acuda al veterinario para su correcto diagnóstico.
Como hemos visto, este síndrome es debido a cambios en el organismo, principalmente en el sistema nervios, repercutiendo en el resto de sistemas corporales. Nosotros no detectaremos esas modificaciones internas, pero sí observaremos sus consecuencias.
- Las principales alteraciones se constatarán a nivel de aprendizaje y comportamiento. Al tratarse de una enfermedad progresiva los síntomas irán a peor. Como norma general, la disfunción cognitiva cursa con un inicio y una progresión gradual. Las alteraciones que pueden aparecer son variadas y afectan a distintas áreas de la conducta.
- En cuanto a la eliminación, puede comenzar a presentar incontinencia, pérdida del entrenamiento de eliminación, o menor aviso para salir a hacer sus necesidades. Es frecuente que orine en sitios no deseables.
- Se produce una alteración del ciclo vigilia-sueño, por lo que notaremos que se levanta varias veces por la noche para deambular por la casa o que está despierto y llora sin sentido.
- Les cuesta enfrentarse a situaciones nuevas, incluso a las cotidianas en casos más graves. Suelen comenzar a interaccionar menos con las personas y otros animales. Se aparta y pasa más tiempo solo.
- Las mascotas afectadas reducen su actividad diaria, pues presentan intolerancia al ejercicio. Les cuesta subir escaleras o saltar. Presentan mayor rigidez y pierden la curiosidad. Se muestran inquietos y vagabundean sin destino por la casa y pueden pasar el rato con la mirada fija en la pared.
- Observaremos que es más lento cumpliendo las órdenes. Podemos apreciar signos de confusión, jadeo excesivo, gimoteos. En cuanto a la desorientación, le notaremos como hemos dicho, perdido o confundido en ocasiones. Se queda en rincones o detrás de los muebles. Presenta problemas para encontrar la salida de la habitación.
- También presentarán cambios en las relaciones sociales con los miembros de la familia, interaccionará menos con ellos y observaremos menos solicitud de atención y menos conducta de saludo. Puede llegar a ser agresivo sin motivo.
Las capacidades cognitivas de los perros tienden a disminuir con el envejecimiento como es lógico y presentan signos que evidencian una demencia o desorientación normal por la edad. Para un diagnóstico correcto de demencia, deben aparecer uno o más de los signos y síntomas mencionados. No desesperemos, pues no obstante, los cambios de conducta mencionados pueden ser consecuencia de un problema médico subyacente y no tiene por qué tratarse de un caso de demencia. Por todo ello si observamos comportamientos de este tipo en nuestra mascota, es conveniente acudir al veterinario para un correcto diagnóstico.
¿Cómo se diagnostica estas disfunciones cognitivas?
Como ya se ha mencionado, muchos dueños no llevan a sus perros a la consulta veterinaria cuando observan estos problemas en sus mascotas, pues erróneamente creen que los cambios de conducta y desorientación son normales considerando su edad. Por ello, es tan importante conocer el envejecimiento natural del can para reconocer los posibles problemas de demencia.
El hecho de que los síntomas sean tan poco específicos hace necesario que el veterinario descarte antes el resto de enfermedades que pueden estar causando esas alteraciones. Lo más recomendable es realizar un chequeo general con frecuencia, para valorar el estado del can y determinar si todo está bien. Es necesario un examen físico completo incluyendo examen neurológico, un electrocardiograma, una analítica de orina y sangre y un control tiroideo. El veterinario se centrará en revisar distintos aspectos en la vida del perro como son: jadeo excesivo, problemas de salud recientes, disminución de la actividad, confusión y desorientación, falta de reconocimiento familiar, sordera y disminución de la interacción social.
¿Se puede tratar este síndrome?
Lo más importante que hay que recordar es que sí se puede y además se debe tratar. Una vez establecido el diagnóstico de demencia es importante hacer una evaluación de las condiciones médicas y neurológicas que puedan contribuir a determinar el estado cognitivo del perro. El tratamiento debe dirigirse principalmente a mejorar la calidad de vida del can y a ralentizar la evolución de la enfermedad. Para ello actuaremos a tres niveles: sobre la conducta y el entorno, y a nivel neuroquímico con fármacos.
La modificación de la conducta se centrará en los aspectos de aprendizaje y memoria, lo que requerirá una reeducación y un reforzamiento de las conductas previamente aprendidas.
- Premiar las conductas deseables.
- Evitar el castigo.
- Una actividad física mayor y más prolongada disminuye en gran medida el declive cognitivo. Siempre que se pueda, la natación es una buena manera de mantener los músculos tonificados. Otros ejercicios que podemos hacer son lanzarles pelotas o frisbees y reforzar la obediencia básica. Todos los ejercicios los haremos a un ritmo que tolere y las sesiones de obediencia deben ser de un máximo de 5 minutos, varias veces al día.
- Ejercicios de relajación y estimulación táctil mediante masajes y caricias.
- Seguir siempre una misma rutina.
- Estimulación mental: enseñar órdenes y recordad las que ya conoce, aportar estímulos olfativos, auditivos y visuales.
Estas medidas son especialmente beneficiosas en estadios iniciales de la enfermedad. Además hay que tener en cuenta las modificaciones del entorno que irán variando en función de los problemas que presente nuestro perro.
- Poner alfombras en superficies resbaladizas para evitarle caídas.
- Colocar rampas cuando sea necesario.
- Quitar obstáculos para salir o moverse por la casa.
- Evitar cambios bruscos en el entorno del animal como recolocar muebles o cambio de casa...
El tratamiento farmacológico debe orientarse a mejorar los síntomas clínicos de la enfermedad y retrasar el envejecimiento del tejido cerebral en la mayor medida posible. Suele ser habitual el uso de medicamentos como la nicergolina, selegilina y fosfatidil serina. Todos ellos actúan a nivel cerebral mejorando el riego sanguíneo y protegiendo las neuronas. La dieta juega también un papel muy importante, se recomienda un aumento en el aporte de antioxidantes y ácidos grasos esenciales. Existe actualmente en el mercado un pienso específico para la disfunción cognitiva.
En conclusión, será necesario compaginar un tratamiento médico con cambios en el entorno del perro. Lo llevaremos a cabo de por vida, pues no es un tratamiento curativos, ya que sólo podemos retrasar el envejecimiento cerebral. Es esencial ser paciente y no dejar que se aparte y se apague poco a poco. Un compañero fiel como él, merece sentirse querido y necesario.