El transportín, para quien no lo sepa, es una especie de caja que se utiliza para transportar a algunas mascotas como un gato, un perro, un conejo, etc. Pero dentro de esta definición entran varios tipos, sobre todo en lo que a materiales se refiere. Lo más importante y que se ha de tener en cuenta es que sea seguro ya que su uso principal es la de utilizarlo para mover a un animal, en gran la gran mayoría de los casos en vehículos, por lo que debe de protegerlo de posibles accidentes.
Tipos de transportín
Plástico rígido
Por un lado estarían los de plástico rígido. Estos cumplirían de manera básica con la función de la protección ya que evitarían daños en caso de impactos no muy fuertes. Estos suelen ser los que más se compran por el factor del peso, ya que son muy ligeros y fáciles de mover, teniendo en cuenta que a ello se le sumará el peso de nuestro perro.
Metal
La otra opción son los transportines de metal. Estos, por el propio material, son mucho más resistentes y prácticamente irrompibles. La protección es mucho mayor pero su utilidad será más limitada por ser aparatoso.
Usos del transportín
El uso más común que se asocia con el transportín es la de utilizarlo para ubicar a la mascota durante un viaje, pero hay otras muchas opciones de qué hacer con él, sobre todo para el bienestar de nuestro propio perro. Siguiendo en la línea de los viajes, estos pueden ser también utilizados como cama, ya que estará acostumbrado a él, le resultará un lugar conocido y seguro dentro de un nuevo espacio en el que se siente extraño como puede ser una habitación de un hotel, por ejemplo.
Además, si para ellos es un lugar agradable y en el que se sienten a gusto será también como una especie de refugio para ellos. Por este mismo motivo, cuando tienen que pasar por situaciones que les asustan se puede utilizar para que estén más calmados. Es el caso de los perros que tienen miedo a los fuegos artificiales que, de no ponerse a ladrar, buscarán algún sitio donde esconderse y ese puede ser el transportín.
¡Pero ojo! Aunque veamos que nuestra mascota está cómoda en el transportín, esto no deja de ser una especie de jaula por lo que es importante tener en cuenta los tiempos de uso que se hace de él. Por ejemplo, un perro de tamaño mediano puede pasar dentro de un transportín un máximo de 2 a 3 horas, permitiéndoles seguidamente salir a estirar las patas, moverse y hacer sus necesidades.
Asociación positiva de tu mascota
Pero para que el transportín sea tan funcional como se mencionó hasta ahora, es estrictamente necesario que nuestro perro se acostumbre a él y lo entienda como un lugar seguro y cómodo. Para conseguirlo todo depende de nosotros y de la educación que le demos al perro. A continuación te explicaremos paso por paso un efectivo método para conseguirlo.
Incorporar el transportín a la vida diaria
Para empezar con el ejercicio debemos incorporar el transportín en el día a día, como un elemento más de la vida de tu mascota. Para ello debemos colocarlo en una zona que el perro frecuente mucho. Podemos dejarlo ahí constantemente como un elemento más o, por el contrario, retirarlo y colocarlo sólo cuando se practique este ejercicio con él. Lo primero será que el perro se consciente de su existencia y es posible que por él mismo se acerque a investigar, a olisquear, algo que ayudará a la hora de educarlo porque tendremos ya mucho conseguido.
Por eso lo que debemos conseguir antes de nada es que el perro se percate de la presencia. Tanto si lo hace por sí solo como si tenemos que incentivarlo con algo, emplearemos algún tipo de gominola o alimento pequeño que le guste. Esto reforzará la idea en el perro de que ese nuevo elemento es un sitio que se asocia con cosas positivas.
Tenemos que pensar que el transportín, además de un espacio seguro, también tiene que ser cómodo. Para ello podemos colocar dentro alguna manta o alfombra para así hacerlo más confortable. Una buena idea es que ese elemento que introduzcas sea algo que él ya conoce, aportándole así también olores y sensaciones fácilmente identificables por el perro.
Premiar o animar con gominolas
Es posible que de primeras el can, aunque no presente miedo, si desconfíe del transportín, negándose a entrar. Para ello podremos poner en su interior más gominolas de forma que siga entendiendo que el interior también es un espacio en que recibe recompensas. Seguramente una vez que entre y se coma todo lo que encuentre vuelva a salir, pero nos tenemos que conformar con esta pequeña hazaña.
Importantísimo también que cada vez que haga algo que estás buscando, cómo acercarse o incluso entrar, lo aprobemos también con la voz diciendo un "muy bien" y dándole caricias. Con el cariño el perro también entenderá la buena acción que acaba de hacer.
Este proceso no es tan rápido como se cree, sino que habrá que ir dilatándolo en el tiempo, cada día un poco más. Ya cuando consigamos que el perro entre de manera asidua y por su propia pata, podemos empezar a aumentar el tiempo en su interior. Para ello tenemos que utilizar también algún otro tipo de cebo. Esto puede ser un juguete suyo que conozca y con el que pueda jugar en su interior; o incluso algún tipo de alimento que implique más tiempo como un hueso blando.
El cierre de la puerta, lo más complicado
Posteriormente llega una de las tareas más difíciles a la hora de hacer entender al perro que no se trata de algo negativo: el momento de cerrar la puerta. Esto no podemos hacerlo de golpe porque generaremos en la mascota un sensación de encierro y agobio que hará rechazar el transportín por el resto de sus días. Para ello iremos arrimando la puerta cada día un poquito más. Es importante ir siempre reforzando el encierro con más gominolas. Llegado el día que se pueda cerrar la puerta, una forma de que conciba esto como algo (medianamente) positivo es dándole algún premio a través de la puerta, haciendo que el elemento pase lo más desapercibido posible.
Una vez superado el paso de cerrar la puerta, empieza el incremento del tiempo del encierro. Iremos poco a poco. Primero lo dejaremos no mucho más de un minuto; luego un poco más y paulatinamente lo iremos dejando solo durante el encierro. Pero esto no debe nunca exceder más de una media hora porque al fin y al cabo el perro no deja de estar en su casa pero encerrado, algo que le puede hacer sentir mal y abandonado si no estás en su campo de visión. Siempre que volvamos a abrirle la puerta lo premiaremos.
Y ya el último paso es el acostumbrarse a viajar en transportín. Para ello podemos hacer viajes cortos e ir, como siempre, aumentando poco a poco.
Ten en cuenta que esto es un proceso lento y que has de seguir paso a paso durante muchos días. Puede que incluso tu perro en algún momento desaprenda algo que ya le explicaste o que un día en particular esté más desconfiado de lo normal. Si es así, retrocede al punto anterior en lugar de seguir avanzando. De esta forma el aprendizaje se hará más liviano para él.